Mercado Energético Puro (MEP) es un trabajo para la exposición Principio Potosí del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS), en el que a través de documentación, fotografías, mapas, y abundante material audiovisual, se analizan los límites del crecimiento de la industria de los fertilizantes en Huelva. Así como la expansión incontrolada de la agroindustria en la comarca fresera del entorno de Doñana.

 

MEP nace de Las fatigas de la muerte (La lógica cultural del capitalismo químico), proyecto en proceso, en cuyo marco se acopian diversos trabajos que desde hace una década viene realizando con la colaboración de la Asociación Mesa de la Ría. Este proyecto sobre la industria química en Huelva –presentado en la Caja San Fernando de Sevilla (2006)– permaneció "secuestrado" por la presión de la patronal AIQBE (Asociación de Industrias Químicas, Básicas y Energéticas de Huelva). Fue dicha empresa quien presionó para que fuera censurada la exposición, obligando por tanto a la Caja San Fernando a que no abriese la muestra en la fecha prevista e imponiendo la destrucción del libro que se hizo para la ocasión.

 

 

 

Texto de Alice Creischer, Max Jorge Hinderer y Andreas Siekmann para Principio Potosí

 

Muy cerca de donde lee este libro se encuentra una mesa sobre la que hay muchos otros materiales reunidos. Todos ellos «narran en clave autobiográfica el estado de "acumulación originaria" que se dio en la España de la Transición (1975/1985) y, cómo en ese proceso de reconversión del Estado franquista, éste pasó a apoderarse de grandes recursos públicos. En el caso de Huelva tiene como telón de fondo los "lugares colombinos"» (Isaías Griñolo). Si mira hacia arriba del baldaquín, verá que estos lugares hoy son un ensamblaje de diversos patrones económicos que tienen como marco el muelle desde el que salió Colón, lugar donde hoy se alza el monumento a la Fé Descubridora. De un lado del hito descubridor, vemos la agroindustria nacida de las plantaciones freseras (agricultura bajo plástico), donde trabajadores españoles, africanos (marroquíes, malineses, senegaleses…) y del Este de Europa se mezclan en un arbitrario mercado laboral que necesita mano de obra con papeles y sin papeles. Los productores de fresas, víctimas del "dumping" de precios que imponen los consorcios alimentarios centroeuropeos, sólo tienen control sobre este mercado laboral para poder satisfacer los créditos bancarios en los que se sostienen sus plantaciones. La agroindustria, nacida limpiamente en laboratorios de universidades californianas, despliega sus residuos en los lugares colombinos. Del otro lado del monumento a la Fé Descubridora, vemos el mayor polo industrial de la España de Franco, impuesto en la Ría de Huelva por el Dictador a escasos metros de la ciudad, por contar ésta con “desagües de capacidad ilimitada y reducido costo de acondicionamiento” (Decreto 153/1964, de 30 de enero). Una actividad química que durante años ha generado millones de toneladas de residuos industriales vertidos directamente a la Ría y, que hoy se depositan en 1.200 hectáreas de marismas que abrazan la ciudad. También vemos las luchas ciudadanas que desde los años 70 han combatido este demencial modelo productivo, antorcha recogida hoy por la Asociación Mesa de la Ría, un movimiento ciudadano criminalizado por los políticos locales que siguen defendiendo el obsoleto modelo industrial franquista.

 

Hay un arte que para poder circular globalmente de modo controlado, debe ser él mismo tan universal como una mercancía o una marca (muchos museos están llenos de él: sólo provoca bostezos). Cualquier significado local le haría perder valor. ¿Cómo llegamos a comprometernos con esta devaluación a través de nuestro trabajo artístico? Porque cuando hacemos uso del poder de hablar, queremos ejercer nuestra capacidad de juzgar las acciones sociales como justas o injustas. Sobre la mesa, debajo de los libros hay una nueva petición al actual Rey de España.